La economía guatemalteca ha demostrado una notable capacidad de resiliencia y estabilidad durante el primer semestre del año, pese a los desafíos regionales e internacionales. Esta solidez ha sido respaldada por un consumo privado robusto, un entorno macroeconómico equilibrado y un sistema financiero que se mantiene saludable.
Según los indicadores más recientes, la actividad económica del país sigue mostrando señales de dinamismo. A pesar de los efectos prolongados de la pandemia, las presiones inflacionarias globales y la incertidumbre política en algunos sectores, Guatemala ha logrado mantener un crecimiento moderado, impulsado principalmente por la demanda interna y el flujo constante de remesas familiares, que continúan siendo un motor clave para el consumo.
Uno de los elementos más significativos en esta estabilidad ha sido el desempeño del consumo privado, el cual constituye una parte considerable del producto interno bruto (PIB). Este se ha visto impulsado por el crecimiento del empleo en los sectores informal y formal, el acceso a créditos, y el flujo continuo de remesas provenientes del extranjero, particularmente de Estados Unidos. La mejora en el poder adquisitivo de las familias ha tenido un impacto positivo en áreas como el comercio, los servicios y la construcción.
Simultáneamente, las entidades económicas han sostenido una estrategia fiscal cuidadosa, con una gestión de deuda pública bajo control y un manejo del presupuesto orientado hacia la estabilidad. La política monetaria ha sido administrada de manera cuidadosa, buscando mantener la inflación dentro de límites aceptables mientras se evita una desaceleración severa en la economía.
El ámbito bancario ha apoyado igualmente la estabilidad global del sistema económico. Con suficiencia en liquidez, solvencia y una cartera de créditos diversa, las entidades financieras han logrado mantener la confianza de los usuarios y las compañías. Esto ha posibilitado una recuperación progresiva en la oferta de préstamos, principalmente para vivienda, consumo y pequeñas y medianas empresas (pymes).
Por otro lado, el comportamiento del comercio internacional ha mostrado resultados variados. Aunque las exportaciones de productos agrícolas como café, banano y cardamomo continúan con una demanda estable, algunos sectores industriales han sufrido debido a las fluctuaciones en los precios internacionales y los costos logísticos. No obstante, la balanza comercial se ha equilibrado parcialmente gracias a las divisas provenientes de remesas, que este año podrían llegar a niveles históricos.
El flujo de inversión proveniente de otros países sigue dirigiéndose hacia áreas clave, como el sector energético, la manufactura ligera y el ámbito tecnológico. No obstante, se admite que para lograr atraer más inversión extranjera es imprescindible seguir mejorando la seguridad jurídica, la transparencia institucional y la infraestructura logística, áreas que siguen siendo retos para el país.
En el ámbito laboral, el mercado de trabajo continúa evidenciando señales de mejoría, aunque la informalidad sigue siendo elevada. La administración ha promovido diversas iniciativas para incentivar el emprendimiento, la formación técnica y la inclusión financiera, con el fin de mejorar las oportunidades de empleo para jóvenes y mujeres, quienes son de los grupos más impactados por las desigualdades estructurales.
A pesar de estos avances, analistas advierten que la economía guatemalteca no está exenta de riesgos. La volatilidad en los precios internacionales de alimentos y combustibles, el impacto del cambio climático sobre la producción agrícola, y la posible desaceleración económica de socios comerciales clave podrían representar amenazas latentes. Asimismo, factores internos como la debilidad institucional y la inseguridad jurídica siguen siendo obstáculos para el desarrollo económico sostenible.